
Cómo debe ser el agua que bebemos
22 de Marzo: Día Mundial del agua.
Todos conocemos la fórmula química del agua: H2O. Dos moléculas de hidrógeno y una molécula de oxígeno. Sin embargo, el agua que cada día bebemos y utilizamos para ducharnos y cocinar no contiene solamente estos dos elementos de la tabla periódica.
El agua pasa por procesos de filtración y depuración y, gracias a ello, en su composición podemos encontrar los llamados “constituyentes”. Los gases, minerales o compuestos orgánicos influyen en su transparencia, acidez, alcalinidad o calidad.
Dependiendo de la zona geográfica, cada agua tiene una mineralización distinta. Influye la hidrografía y geología del terreno, las condiciones meteorológicas o la calidad de suelo.
Con el objeto de lograr un impacto positivo en la salud, durante el procesamiento del agua se pueden añadir nutrientes minerales. Para que sea apta para el consumo, se llevan a cabo procesos de desinfección, que eliminan el 99% de los posibles agentes contaminantes, y se ajusta la acidez, dependiendo de la zona de la que proviene.
Habitualmente, el agua que consumimos del grifo ha sido tratada para eliminar los contaminantes, y fluorada, para evitar la proliferación de la caries dental.
Además existen también:
- Aguas minerales naturales. Llevan en su composición minerales que no han sido añadidos de forma artificial.
Entre estas existen las de mineralización más débil con residuos por debajo de 50mg/l, recomendadas para personas con problemas renales o para alimentación infantil. Aguas de mineralización más fuerte, con residuos superiores 1000mg/l que ayudan, entre otras cosas, a recuperar sales en los lugares donde las temperaturas son extremadamente altas.
- Aguas minero-medicinales, que son aguas subterráneas a las que se atribuyen propiedades terapéuticas por su concentración de minerales y por la temperatura a la que aparecen en la naturaleza.
- Aguas carbonatadas o bio-carbonatadas, que contienen gases y bicarbonato, que neutralizan la secreción gástrica y disminuyen molestias digestivas.
- Según su composición en otros minerales, encontramos:
Aguas sulfatadas, con sulfatos, para cuidar la piel y el tubo digestivo.
Aguas cloruradas, con cloro que estabiliza los fluidos corporales.
Aguas cálcicas, con calcio para los huesos.
Aguas ferruginosas, con hierro para la sangre.
Aguas sódicas, con más sodio para los impulsos nerviosos.
Aguas magnésicas, con magnesio que actúa de relajante muscular.
Sea cual sea el agua que elijas, recuerda sus beneficios:
- Llevar nutrientes al interior de las células.
- Eliminar las sustancias de deshecho.
- Mantener la temperatura corporal.
- Facilitar la digestión y el metabolismo.
- Lubricar articulaciones, ligamentos, tendones y la piel y mucosas.
Recuerda que la ingesta diaria de agua recomendada es de dos litros al día, u ocho vasos de agua.
Asegúrate siempre del origen y calidad del agua que consumes y sé responsable en su utilización. Es un bien común, necesario y escaso en algunos lugares del mundo.
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