
Si cuidas tu intestino, cuidarás tu salud
Te explicamos qué y cómo comer para mejorar tu flora intestinal y tu bienestar general
En el intestino humano habitan unos 100 billones de microorganismos, que conforman lo que se conoce como “microbiota” o “flora intestinal”.
Estas bacterias vivas nos protegen frente a patógenos, regulan el sistema inmune, estimulan el metabolismo y el tránsito intestinal, y sintetizan nutrientes esenciales. Se alimentan principalmente de fibra vegetal, presente solo en los alimentos de origen vegetal.
Cuanto más saludable es la dieta, más nutrido se encuentra este ecosistema de microbios beneficiosos, mejor funciona el intestino y más sano y fuerte está nuestro organismo.
Pautas para una microbiota óptima
- Masticar bien: La digestión empieza en la boca. Cuando masticamos pausadamente permitimos que los jugos digestivos entren en contacto con las moléculas de los alimentos y que las enzimas actúen para transformarlos en nutrientes.
- Suprimir los irritantes: El alcohol y el tabaco, así como los productos procesados (bollería, snacks, comida rápida), ricos en grasas trans, deterioran la salud intestinal. El café y el chocolate también pueden tener efectos laxantes en personas con la microbiota dañada.
- Moderar la ingesta de carne: Una alimentación rica en proteína animal y con poca fibra aumenta la flora bacteriana putrefactiva, que debilita la flora intestinal. Es conveniente acostumbrarse a equilibrar el consumo de carne con verduras.
- Come más vegetales: Las zanahorias, las calabazas, el brócoli, la rúcula y la col son las hortalizas más recomendadas para el intestino. Cocina los vegetales al vapor, al horno, hervidos o en purés y rehúye de los fritos.
- Gestionar la ansiedad: El estrés modifica la composición de la flora intestinal y viceversa, una buena salud digestiva puede mejorar nuestro estado emocional.
- Tomar probióticos y prebióticos: Los yogures, el kéfir o el chucrut ayudan a recolonizar el intestino de bacterias sanas. La fibra pectina, presente en la manzana y la pera (cocida, al horno o en compota), es uno de los mejores prebióticos.
"Somos lo qué comemos, pero también cómo comemos”, Fundación del Aparato Digestivo.
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