
Aprende a leer y entender las etiquetas de los alimentos
Saber leer e interpretar el etiquetado de los alimentos nos ayudará a tomar mejores decisiones a la hora de comprar alimentarias saludables.
La FAO define el etiquetado de alimentos como la información presentada en los productos alimentarios. En concreto, le proporciona al consumidor datos sobre la identidad y el contenido del producto y también sobre cómo manipularlo, prepararlo y consumirlo de manera inocua.
Sin embargo, pese a su importancia, los consumidores no siempre confían en los datos que se presentan ante ellos cuando adquieren un producto. Los motivos son diversos: poca claridad en los conceptos, ilegibilidad, falta de datos y baja credibilidad.
Claves para entender lo que lees en las etiquetas
De nada sirve todo este sistema de etiquetas en los alimentos si no sabemos interpretar esa información y tomar mejores decisiones alimentarias. Estas son algunas claves a la hora de entender los datos que nos ofrecen:
- No dejes que la publicidad te condicione: los colores, las letras grandes… son muy atrayentes, pero presta atención a la letra pequeña. La industria alimentaria siempre destacará el dato que más le beneficie.
- Los ingredientes se ordenan de mayor a menor cantidad: de hecho, los 3 primeros ingredientes suelen decirnos el contenido mayoritario del producto. De ahí en adelante las proporciones son muy bajas.
- Toma la porción como referencia: toda la información nutricional se basa en esta porción y, muchas veces, el paquete o envase contiene más de una. Si comes más de una porción, ingerirás más calorías, fibra, sodio, etc.
- Busca el azúcar añadido: es el tipo de azúcar más dañino para la salud y puede aparecer bajo diversas denominaciones: dextrosa, jarabes, melaza, sacarosa, etc.). Recuerda que 10 gramos de azúcar por cada 100 gramos ya se considera un contenido elevado.
- Presta atención a la calidad de las grasas: es decir, al origen de la grasa. Es más importante que la cantidad. Debes evitar aquellos alimentos que tengan grasas refinadas o hidrogenadas.
- No te dejes engañar por la frase “elaborado con aceite de oliva”: esta consigna se puede hallar en muchos productos, pero debemos preguntarnos en qué porcentaje se ha utilizado y si está mezclada con otros aceites refinados. Esta información debe estar en el listado de ingredientes.
- La sal también se esconde: la industria alimentaria la utiliza para aumentar la palatabilidad de los alimentos. Recuerda que 1 gramo de sal por cada 100 g se considera un contenido elevado .
- Busca el origen de las calorías: no te fijes tanto en el aporte calórico del producto, sino de dónde proceden. Pregúntate si los ingredientes son de calidad y aportan nutrientes aprovechables para el organismo o, por el contrario, es un producto de baja densidad nutricional.
- Que no te engañe el concepto “integral”: para ser considerado un alimento completamente integral, debe estar elaborado con grano entero y no con harinas refinadas aderezadas con salvado de trigo. Lo podrás comprobar en el listado de ingredientes.
- Las recetas “caseras” o “de la abuela” no significa que sean sanas: en estos casos conviene fijarse en el contenido nutricional y en el listado de ingredientes, y valorar si es saludable.
- Fíjate en lo que esconden los productos infantiles: se sitúan en el centro de interés de la industria alimentaria y se envuelven en envases muy atrayentes con dibujos y colores vistosos. Sin embargo, suelen esconder cantidades elevadas de azúcares añadidos y/o grasas poco saludables, como los aceites de palma o las grasas hidrogenadas.
Fuentes:
- FAO
- Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición
- Consumolab, del centro de AINIA
- Nutricionistas Carlos Ríos y Aitor Sánchez
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